En
ocasiones necesitamos apartarnos de lo que nos preocupa. Debemos dejarlo en
manos de Dios, como dice el Tercer paso. Si nos aferramos a una situación cuya
solución no podemos hallar de inmediato, lo único que hacemos es exagerarla.
Con frecuencia se dice que todo problema lleva en sí mismo su propia solución.
Sin embargo, al darle vueltas en nuestra mente una y otra vez nos concentramos
en su apariencia exterior y no en la solución interna.
El descanso
y la meditación hacen que dejemos de atender otros asuntos o a otras personas y
abren el camino para que Dios nos revele la solución. Todo problema puede ser
resuelto y ninguna respuesta permanece oculta durante mucho tiempo. Sin
embargo, debemos abrirnos a ella. Debemos apartarnos de nuestro ego y del
problema y escuchar plenamente lo que nos dicen nuestros amigos y nuestro
corazón. Si pensamos demasiado y analizamos innecesariamente, sólo haremos que
el problema siga siendo un problema.
Descansaré
de mis pensamientos.
Dedicaré
toda mi atención al presente.
En él
encontraré la solución cuando menos lo espere.
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