Kathleen Tierney Crilly
La
soledad y el aislamiento son algo sobradamente conocido para la mayoría de
nosotras. Con frecuencia ocultábamos nuestras inseguridades escondiéndonos,
creyendo que sobreviviríamos si los demás ignoraban quiénes éramos realmente.
Pero descubrimos que nuestras inseguridades se multiplicaban. El remedio es la
gente, hablar con ella y exponerle nuestras inseguridades, arriesgándonos,
arriesgándonos y arriesgándonos.
Compartir
nuestra vulnerabilidad mutua nos ayuda a darnos cuenta de cuán semejantes
somos. Vemos que la limitación que más odiamos no es única, y ello nos produce
alivio. Cuando estamos aisladas es fácil sentirnos completamente avergonzadas.
El hecho de escuchar que otra mujer nos diga: “Te comprendo yo misma también
estoy luchando con los celos” alivia nuestras vergüenza, nuestro miedo y la carga que comportar. El
programa nos ha enseñado que los secretos nos enferman y, cuanto más los
protejamos, mayores son nuestras luchas.
Si compartimos voluntariamente nuestras vidas
el programa nos promete satisfacción, serenidad y logros. Cada día podemos
aligerar nuestras cargas o ayudar a otra persona a hacerlo.
Hoy estaré alerta ante las
necesidades de los demás.
Me arriesgaré a compartir y
generaré tranquilidad
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