Con nuestros padres, nos volvemos menos
exigentes y menos coléricas, y a menudo también menos ingratas. Nos
convertimos en personas mucho más honestas, frecuentemente más tolerantes, y a
veces genuinamente más cariñosas.
Con nuestros hijos, somos menos
sobreprotectoras, menos ansiosas y nos sentimos menos culpables. Nos relajamos,
y disfrutamos más de ellos porque somos capaces de relajarnos y disfrutar de
nosotras mismas.
Al sentir mayor libertad para seguir nuestros
intereses y necesidades, nuestros familiares quedan en libertad para hacer lo
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida a tu casa, comenta lo que quieras