Catherine Ponder
El perdón favorece la humildad, invitando a la
gratitud. Y la gratitud nos bendice y engendra una mayor felicidad. Cuanto más
agradecidas estemos por todos los aspectos de nuestra vida. Mayores serán
nuestras recompensas. Mientras no practiquemos la gratitud, seremos incapaces
de reconocer la bondad de nuestra vida. Y la gratitud llega más fácilmente si
somos indulgentes.
El perdón debe ser un proceso constante. Al
dedicarle cada día nuestra atención facilitamos nuestras relaciones con los
demás y propiciamos una mayor autoestima. Las primeras en la lista de personas
a quienes hemos de perdonar debemos ser nosotras mismas. Diariamente nos
recriminamos y nuestra falta de autoestima interfiere con nuestra capacidad de amar
a los demás, la cual, a su vez, afecta a la forma en que los tratamos. De esta
manera volvemos al punto de partida, por lo que debemos perdonarlos. El perdón
nos libera, cambia nuestra percepción de los sucesos de la vida y nos promete
una mayor felicidad.
El corazón que perdona es mágico.
Toda mi vida se transformará si hago que mi corazón sea indulgente
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