Estamos tan enfermas como los secretos que guardamos.
Sue Atchley Ebaugh
El hecho de esconder algunas partes de nuestro yo interior por miedo a lo
que los demás puedan pensar si se enteraran, crea las barreras que nos
mantienen separadas, que nos hacen sentir diferentes y seguras de nuestra
incapacidad.
Los secretos son cargas que pesan demasiado. El hecho de guardar secretos
hace imposible que logremos la serenidad, que es lo que diariamente tratamos de
alcanzar. La abstinencia por sí sola no es suficiente. Debe ocurrir primero,
pero no basta, pues no puede garantizarnos que encontraremos la serenidad que
buscamos.
Este programa de recuperación nos ofrece seguridad, felicidad y bienestar
espiritual, pero tenemos un trabajo que hacer y muchos pasos que dar. Y uno de
ellos consiste en revelarnos plenamente ante los demás. Es arriesgado y
humillante, pero necesario.
Cuando hablamos a otros acerca de quiénes somos en realidad, ello les abre
la puerta para hacer lo mismo. Y cuando esto sucede establecemos un vínculo.
Aceptamos sus imperfecciones y amamos a la persona por tenerlas. Y ella nos
aman por las nuestras. Nuestra lucha por ser perfectas y nuestra
autodenigración por no serlo, exageran aún más los secretos que nos mantienen
atadas.
Nuestro deslucido yo merece ser amado. Cuando los compartimos, los
secretos se convierten en grandes consuelos. Sintamos nuestra unidad, nuestra
semejanza con otras mujeres.
Hoy tendré
oportunidades de compartir mis secretos. Seré valiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida a tu casa, comenta lo que quieras