El
amor tiene cien finales felices.
Leonora Speyer
Dejarse
ir es un proceso que no siempre resulta fácil. Para muchas de nosotras, su significado
es huidizo. ¿Cómo nos dejamos ir? Dejarse ir significa dejar de enfocar nuestra
atención en una experiencia o en una persona concreta y concentrarnos en el
aquí y en el ahora. Nos aferramos al pasado, a dolores idos, pero también a
alegrías remotas. Tenemos que desprendernos del ayer. La lucha por aferrarnos a
él o a cualquiera de sus partes oscurece nuestro presente. Si tu mente sigue
apegada a lo que ya pasó, no podrás ver las posibilidades que te ofrece el día
de hoy.
Dejarse
ir puede ser un proceso de paz. Nuestra confianza en el poder superior y
nuestra fe en que el bien prevalecerá a pesar de las apariencias, lo hacen más
fácil. Dejemos que cada experiencia, sea buena o mala, de amor, o de pena,
concluya cuando su momento haya pasado. Es útil recordar que todas las
experiencias contribuyen a nuestro crecimiento y a nuestra plenitud. Nuestro yo
interior, que se encarga de trazar nuestro curso, no ignora ninguna
experiencia. Todas forman parte del viaje. Cada momento tiene un final feliz, y ninguno de ellos se olvida.
El
viaje que emprenda hoy se asemejará al de ayer y al de mañana. Saboreare cada
momento y me prepararé para el siguiente.
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