En
lo referente a aquellas relaciones ineludibles - con nuestros padres, madres y
el resto de la familia-, las casualidades no existen.
Las
dificultades que nuestros padres y otros miembros de la familia representan
para nosotros son dones de nuestras almas a nuestras personalidades. A través
de la fricción generada por estas relaciones inevitables, muchos de nuestros
defectos de carácter más profundos terminan desgastándose con el tiempo.
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