En
ocasiones me doy cuenta de que es mejor hacer un alto, rezar la oración de la
serenidad y reafirmar mi fe, que continuar con lo que estoy haciendo. S.H
El
dolor del cambio es una realidad. Pero también lo es el dolor de no cambiar
cuando lo que se necesita es hacerlo. A pesar de nuestros deseos, cambiar a los
demás nunca será posible, mientras que para cambiarnos a nosotras mismas sólo
debemos decidirnos. Esto es algo que siempre está a nuestro alcance.
Analicemos
la situación. ¿Cuál de nuestras acciones presentes hace que nos sintamos
avergonzados, furiosos o asustadas? Podemos deshacernos de esa conducta y
elegir responsablemente un nuevo camino. Si necesitamos, podemos pedirla. El
tercer Paso nos asegura que nuestra vidas están bajo el cuidado de Dios y que
nuestras necesidades siempre son atendidas, no nuestras caprichos, pero si
nuestras verdaderas necesidades.
Hoy
como en el pasado, muchas de nuestras luchas tienen que ver con personas y
situaciones y tratamos de controlar por la fuerza. ¡Que injustos son
generalmente nuestros actos! Y tan impositiva es nuestra conducta, que siempre
encontramos resistencia. La solución es siempre encontrarnos siempre aceptarlas
cosas que no podemos cambiar y transformar gustosamente aquellas que sí
podemos. Nuestras luchas personales terminarán cuando nos comprometamos
plenamente con la Oración
de la serenidad.
El día de hoy me
esforzaré en “reconocer la diferencia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida a tu casa, comenta lo que quieras