Se
me ha dicho que llorar me hace suave y, por lo tanto, insignificante. Es como
si nuestra suavidad fuera el precio que hay que pagar por el poder, en lugar de ser
el precio que se paga sencillamente con más facilidad y frecuencia.
Audre
Lorde
Nuestras
lágrimas y nuestra suavidad no se valoran demasiado en esta sociedad,
especialmente en el lugar de trabajo. En el pasado, las mujeres fueron
inducidas a creer que podían ganar poder indirecto y manipulador a través de
las lágrimas y su amable disposición para cuidar de los demás.
Muchas
mujeres de hoy día nos hemos negado a utilizar nuestras lágrimas y nuestra
amabilidad para conseguir lo que queremos. Desgraciadamente, este rechazo de
nuestra parte más amable ha tenido como consecuencia que resultemos más rudas y
agresivas, y que hayamos perdido nuestra totalidad.
Nosotras
no somos sólo suaves ni sólo rudas. Simplemente somos.
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