Ordenando
la casa /lamentarse
Mi
orden y mi desorden están llenos de lamentos, remordimientos y sentimientos
complejos.
Natalia
Ginzburg
Uno
de los mejores regalos que me hizo mi madre fue ser ella misma una maravillosa
ama de casa. No era maravillosa en nada más que en mantener la casa limpia;
y en esto creía firmemente en su capacidad de hacerlo.
Fue
una poetisa publicada, gran escritora de cuentos, pintora, excelente domadora
de caballos, ávida lectora, notable coleccionadora de antigüedades, buscadora
de lo psíquico y de los misterios del mundo, buena madre, amiga de verdad, leal
y dedicada, insaciablemente curiosa, una autoridad en las tradiciones populares
de los indios americanos, una investigadora intuitiva de rocas, fósiles y gemas
antiguas, defensora de los derechos civiles de todo el mundo, y, sobre todo,
una mujer fascinante y extraordinaria, pero era incapaz de mantener limpio el
suelo de la cocina.
Yo
no sufrí daño alguno por el estado de nuestra casa. Me entristecía el hecho de
que, en algunas ocasiones, se juzgaba a sí misma negativamente.
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