La influencia de un carácter bello, útil y
esperanzador es contagiosa y puede revolucionar una ciudad entera.
Eleonor H. porter
Todos hemos conocido a personas que inspiran
alegría y esperanza a quienes las rodean. Anhelamos verlas y nos retiramos de
su presencia creyendo en nosotras mismas, sintiendo que podemos afrontar
cualquier problema que antes nos paralizaba. Ese don tan especial de inspirar a
los demás también está a nuestra disposición. La inspiración viene de Dios.
Busquemos en Dios la fuerza que necesitamos, sabiendo que la vamos a recibir.
También podemos pedirle que nos indique los pasos que debemos dar el día de hoy
y esperemos su respuesta. Las personas que nos inspiran han establecido una
conexión con su Dios. Y esa conexión es lo que nos inspira a través de ellos.
Hoy, antes de que nos abrumen las innumerables ocupaciones, tomémonos un
momento para establecer esa conexión con nuestro poder superior. Cuando ese
contacto esté bien afianzado no tendremos que esperar ya la inspiración de otra
persona para continuar con nuestros planes. Esa inspiración vivirá en nosotras
y nos impulsará a avanzar. Nuestro camino estará iluminado.
El contacto consciente con Dios está sólo a una oración de distancia. Mi
vida se iluminará y mi carga sea más ligera. Si busco en Dios el don de la
inspiración mis esperanzas se harán realidad.
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