Como mujeres que amamos demasiado, bien puede ser que disfrutemos de nuestros roles de coprotagonistas en los dramas y melodramas recurrentes que componen nuestras vidas.
La convicción de que hemos padecido la infancia más triste, la pareja más peligrosa o la experiencia más conmovedora puede convertirse en nuestra manera de sentirnos importantes o de atraer la atención de los demás. En comparación, la recuperación puede vivirse como algo desabrido.
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