La meta de la recuperación es el equilibrio; ese
precioso punto medio.
Muchos de nosotros hemos ido de un extremo al otro:
años de cuidar de todos menos de nosotros mismos, seguidos de una temporada en
que nos negamos a concentrarnos en las necesidades de nadie, más que en las
nuestras.
Tal vez pasamos años negándonos a identificar
nuestros sentimientos, a sentirlos y a manejarlos, seguidos de un periodo de
obsesión absoluta con toda huella de energía emocional que pasara por nuestro
cuerpo.
Podemos sucumbir a la impotencia, al desamparo y a
la victimización, y luego ir al otro extremo blandiendo con agresividad el
poder sobre los que nos rodean.
Podemos aprender a dar a los demás al mismo tiempo
que asumimos la responsabilidad para con nosotros mismos, a cuidar nuestros
sentimientos, así como nuestras necesidades físicas, mentales y espirituales, y
a alimentar la callada confianza que nos da el apropiarnos de nuestra fuerza
para comportarnos de igual a igual en nuestras relaciones con los demás.
La meta de la recuperación es el equilibrio, pero a
veces llegamos a él yéndonos a los extremos.
Hoy seré amable conmigo mismo, comprendiendo que a veces, para alcanzar
el justo medio del equilibrio, necesito explorar las cimas y los valles. A
veces, la única manera que tengo de salir de un valle es brincar lo suficientemente
alto para aterrizar en la cima y luego, lentamente, deslizarme hacia abajo.
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